Un colgajo tiene su propia irrigación sanguínea, es decir, está vascularizado y en general se utiliza para cubrir tejidos dañados próximos a la región de la que se toma, ya que estará unido a esta por un pedículo vascular, aunque mediante técnicas más complejas de microcirugía se pueden desplazar mayor distancia y unir los vasos a los de la región receptora.
Además no solo está formado por piel, también presenta tejido subcutáneo e incluso músculo o hueso, según las necesidades y características de la lesión.

El injerto en cambio está compuesto por epidermis y dermis únicamente, y no tiene su propio pedículo vascular. Esto nos permite utilizar el tejido de una zona donante muy alejada de la región que se va a reparar sin necesidad de realizar una unión vascular.